LA SASTRERÍA A MEDIDA Y LA MODA


    En estos tiempos, en los que la sastrería a medida se ha visto gravemente mermada –pero no por ello menos enriquecida- por el precio y la evolución de la confección estandarizada, cabe mencionar que siempre que haya un cliente habrá detrás un sastre que corte y ennoblezca la ropa que llevamos.

Esto no significa que la sastrería a medida y la confección industrial sean enemigas, sino todo lo contrario: van ligadas de la mano. Sin embargo no hay que confundir los términos ni transmitir un mensaje erróneo a la sociedad.

Una prenda que se corta con toda exclusividad es una prenda única para un único cuerpo y la personalización de una prenda estandarizada es un artículo que se amolda en cierto grado a otro. Y junto a ello también surge la prenda que se encuentra a nuestro alcance, bien sea por el precio o por encontrarla ya  confeccionada, en la que se podrá trabajar con ciertas limitaciones para adaptarla a nuestro cuerpo.

Enfoquemos entonces la sastrería a medida como la clave para ofrecer mayor exactitud y refinamiento, el encargo personalizado como el medio para lograr correcciones puntuales y la confección masiva como la fórmula para encontrar con inmediatez la prenda que generalmente se distancia más de nuestras medidas.

Todos esos recursos son las soluciones que aportan los negocios para dar a las personas la satisfacción de disfrutar de esa prenda que va a ser suya y que tendrá un valor añadido cuanto más cerca se halle de su fisonomía y sus preferencias. Claro está que eso no quiere decir que un corte a medida nos vaya a quedar siempre mucho mejor que una prenda de confección, pues todo dependerá, por un lado, de la contextura del individuo en combinación con el acierto del sastre y, por otro, de la hechura de una confección que ignora o desestima el cliente bajo su propio criterio. En todo caso existe la posibilidad de encontrar un buen oficial que mejore el trabajo de un sastre poco avezado, o por lo contrario, hallar una persona que casualmente encuentra una prenda que le cae como un guante.

Por todo ello es necesario, para el que camina en el arcén de este oficio, que intente comprender la filosofía de un mundo que irradia su propio lenguaje y que transfiere a lo largo del tiempo la elegancia, la moda y el excentricismo de cualquier época,  evidenciando u ocultando la labor imperecedera de los que visten la humanidad.


Pero volvamos al asunto; al estilismo que se antepone al sastre, al tributo de la moda imposible, al desperdicio reciclable, al gato por liebre, a pedir diez para escoger solo uno, a enzarzar el bosque de precios, a desplegar el mecanismo de lo impagable, a desvalijar los recursos naturales… porque al fin y al cabo el asunto, todo este asunto, es lo que lleva a las empresas a reinventarse para ofertar lo que otra empresa olvida o desconoce.

No hay oficio sin beneficio, ni beneficio sin oficio.

El terreno de la sastrería y la confección es complicado. Hay mucha competencia a cada lado y a veces resulta necesario ganar menos para asegurar el paso.

La pasión de un sastre puede trazar un camino firme, seguro, sin competencia... pero para ello hay que tener decisión y confianza, el soporte de todo aquello o aquellos que ayuden a superar los caminos más pedregosos. Por todo ello, cortar con medidas, al final supone no dar tijeretazos en el aire.

 “Solo imagina lo precioso que puede ser arriesgarse

y que todo salga bien”

 

Mario Benedetti

 

 

 

 

 

JM Tapiador

 
POR QUÉ OJALES ABIERTOS?





Seguramente muchos de ustedes se habrán fijado cómo en ciertas americanas aparece un botón de las mangas desabotonado dando la sensación de haberse podido caer. Sin embargo, la realidad es que ese botón está oculto tras el ojal y se ha desabotonado intencionadamente.
Antes de la llegada de la calefacción lo más normal era permanecer con la chaqueta puesta tanto en casa como en el trabajo. Aquellas chaquetas, al no existir todavía la confección industrial, estaban realizadas de manera artesanal dejando los sastres al menos uno de los ojales de las mangas practicables para que estas se pudieran remangar a la hora de tenerse que lavar las manos. Igualmente, profesiones como la de cirujano exigían al médico la misma práctica para poder realizar su trabajo de manera más cómoda.

Con la llegada de la confección industrial la sastrería a medida pasa a un segundo plano ocupando su espacio las marcas y las tallas generalistas. Sin embargo, curiosamente, en los últimos años hemos visto un claro resurgir de las prendas y de los productos artesanales lo que ha traído consigo que muchos de los clientes que antes buscaban diferenciarse buscando la exclusividad en las marcas más elitistas hoy vuelvan la cabeza hacia la más distinguida sastrería a medida. Y es en esa búsqueda de diferenciarse a través de las mejores creaciones de los sastres del momento cuando dejarse un botón desabotonado se ha convertido en una práctica -demasiado- extendida.
Desde los inicios de esta columna hemos defendido que la elegancia es sencillez, clase y saber estar; y no nos parece que el presumir vestir de sastre, y consecuentemente de llevar un traje caro, coincida con ello. Resulta cuanto menos desconcertante cómo, en el afán de mostrar un estatus económico, hoy presenciamos que muchos hombres, no conformes con dejar un ojal desabotonado, lo hacen con dos e incluso con tres. De la misma manera también encontramos a quien extiende esta práctica a los abrigos olvidando que esto carece de todo sentido al no existir ocasión en la que verse obligado a remangar sus mangas.

Las marcas industriales no han sido ajenas al resurgir de la sastrería y más concretamente a esta práctica. Para poder dar respuesta a este fenómeno, algunas de ellas -las más reputadas- han incluido dentro de su oferta la confección de prendas a medida mientras muchas otras han apostado por fabricar chaquetas con ojales practicables. 

Sin embargo, los clientes de estas últimas desconocen que un ojal artesano no solo debe poderse desabotonar sino que además debe estar cosido a mano. Y si de dudosa clase es desabotonarse un ojal cosido a mano más dudoso todavía resulta hacerlo cuando ese ojal ha sido cosido a máquina.

Un traje de sastre, como un abrigo o un chaqué artesanal, se distingue por una infinidad de detalles que hacen innecesario este gesto. Su aire, su hechura, su terminación, sus cantos, los picados a mano, la terminación de sus solapas, sus hombros, sus botones, la forma de los ojales, el remate de los bolsillos y un largo etcétera son detalles que el ojo educado detectará rápidamente y que hacen que el desabotonarse los botones de la manga carezca por partida doble de sentido. ¡Además flaco favor haríamos a nuestro sastre si para tener que demostrar que el traje lo ha realizado a mano necesitamos enseñar este detalle!.
Se puede entender que un sastre deje sus ojales abiertos como guiño a la profesión a la que ha dedicado toda su vida y esfuerzo, pero difícil de comprender es el que se haga solo para mostrar la gran inversión que se ha realizado en la prenda. ¿Alguien se imagina al Príncipe Carlos, quien viste casi siempre a medida, dejándose un botón sin abotonar? Seguramente no y no por ello hay duda alguna del gran trabajo y las muchas horas de trabajo artesanal que esos trajes cruzados llevan detrás.

El Aristócrata

HISTORIA DEL DEDAL


Huesos que cazadores de mamutes utilizaron hace 30.000 años para coser bordados de perlas sobre cuero. Fueron hallados en excavaciones en las inmediaciones de Moscu. 

Hace 10.000 años: Hallazgos de piedras con una función muy parecida a la de los dedales: sirve para empujar la aguja cuando se da una puntada. 

Hace 2.500 años se utilizaban dedales de bronce en la area mediterránea. 



A partir de 100 d. C. los romanos divulgaron y popularizaron dedales de bronce en gran partes de Europa. 



Alrededor de 1150 d. C. Santa Hildegarda de Bingen: mención de dedal como parte de su dote por la entrada en un monasterio. 



Alrededor de 1500 d. C. Primeras obras maestras de la artesanía de dedales en Núremberg. 

Paracelso descubrió el metal cinc, eso permitió la fabricación de dedales de latón. 

A partir de 1537 primeros “estatutos y reglamentos de Núremberg” de los artesanos de dedales. 

Alrededor de 1568:
 Jost Ammann imprimió un libro en lo que fueron figurado todas las artesanias en ímágenes como grabado de madera, entre otras la fabricación de dedales. 

A partir de 1628: molinos de dedales en Holanda, luego la fundación del cártel de los fabricantes de dedales.



A partir de 1696: Bernhard von der Becke de Iserlohn construyó un taller para la fabricación de dedales de latón en un molino de agua. 



A partir de 1710: producciones grandes en Renania, Sundwig y Iserlohn (ambas ciudades en Renania del Norte-Westfalia). 



A partir de 1756: los suecos trataron obtener el secreto de la fabricación de los dedales con espionaje económico. 



A paritr de 1763: Austria logró la fabricación después que María Teresa I de Austria sonsacaba a los maestros artesanos de dedales en Núremberg y los pasó de contrabando en un carruaje a Austria. 



1824: el platero J.F. Gabler de Schorndorf presentó sus dedales al público, sentó las bases para la mayor producción en el mundo. Juntas con empresas como Soergel & Stollmeyer en Schwäbisch Gmünd y Lotthammer en Pforzheim Alemania Meridional era el ombligo del mundo en cuéstion de dedales. Otros centros importantes de fabricación eran Francia, Inglaterra y los EE. UU. . 



1963: venta de la empresa Gabler a Helmut Greif en Winterbach. Desgraciadamente el taller fue reducido a cenizas por un incendio después de la renovación de la fabricación.



PRÊT-A-PORTER: listo para llevar







Prêt-à-porter es una expresión francesa que significa textualmente «Listo para llevar». Se refiere a las prendas de moda producidas en serie con patrones que se repiten en función de la demanda; es por tanto la moda que (con diferentes calidades y precios) se ve en la calle a diario. Aun así, hay también un prêt-à-porter de lujo producido por numerosas firmas de máximo prestigio, como Yves Saint Laurent y Chanel. Al igual este término son para prendas específicas, que están diseñadas y fabricadas bajo estándares de medida. a comparación de (Haute couture), ropa hecha a medida por grandes modistas, y, con bastante frecuencia, de diseño exclusivo.es raro pero no aparece en ningún lado nombres marcas prêt-a-porter

Nacimiento del Prêt à porter[editar]

En la década de los cincuenta se produjo una gran revolución en la moda a nivel internacional. La Alta Costura, sin llegar a desaparecer, fue poco a poco desplazada por el prêt-à-porter. Se inició un periodo de democratización de gran repercusión desde el punto de vista social; las prendas se empezaron a fabricar a gran escala, y la ropa de diseño, bien confeccionada, alcanzó a otros estratos sociales.
Muchos de los grandes nombres de la Alta Costura se sumaron a esta nueva tendencia para poder mantener sus casas, e incluso algunos de ellos optaron por abrir boutiques donde se comercializase esa otra línea paralela a sus creaciones más mimadas. El primer caso fue el de Yves Saint Laurent. Sin embargo, fue solo cuestión de tiempo para que todos los grandes salones se despidiesen de sus mejores clientas. El excesivo importe de los impuestos relacionados con el lujo y otras razones fiscales aceleraron el cierre de la mayoría de estas casas.
Así por ejemplo en España, en la década de los años 50, destacaron diseñadores/as pioneros de esta moda prêt-à-porter, que se inspiraban en la moda de París, Milán, N. York. Carmen Born (Santander),1926, de nacionalidad alemana y española, estudió en la Escuela de Bellas Artes de Erfurt, Fachschule für angewandte Kunst Erfurt.[1] Colaboró durante 30 años con la Editorial PUBLICACIONES MUNDIAL de Barcelona,[2] Las colecciones más conocidas en cuyos figurines ella colaboró eran:[3] La mode à París, La robe favorite,[4] Pour Madame, Petites toilettes,[5] La moda ideal, Bambina.
El fenómeno del distintivo y la marca, seña de identidad de los jóvenes diseñadores, se expandió como la pólvora. Con aquellos jóvenes creadores, ahora ya nombres propios de la moda como Jesús del Pozo, Adolfo Domínguez, Purificación García, Sybila, Antonio Miró, Francis Montesinos, Roberto Verino, Pedro Morago, Pedro del Hierro, David Valls, Osmany Laffita y un largo etcétera, se abrió un camino de referencia para las nuevas promesas que empezaron a despuntar en los años noventa.
La forma de presentar las colecciones también sufrió una profunda transformación. De los coquetos e íntimos salones, se pasó a convocatorias multitudinarias de gran repercusión social. Antaño cada casa fijaba su día de presentación, se remitían las invitaciones y se publicaba en prensa el evento. Desde hace veinte años aproximadamente, tanto en la Pasarela Gaudí (Barcelona, ahora convertida en Pasarela Barcelona) como en la Pasarela Cibeles (Madrid), se concentran en ocho días las más altas dosis de actividad.
El papel de los medios de comunicación también ha sido esencial en este aspecto, pues tanto los diarios como la prensa especializada y, sobre todo, la televisión se convirtieron en el canal de difusión más inmediato.

Descripción[editar]

En la industria de la moda y diseñadores que producen Pret-à-Porter trabajan y diseñan tomando como referencia la tallas por tamaño (pequeña, mediana y grande) o por número (2 ó 6). Este proceso es ciertamente industrial, lo que implica que se facilite la producción, y eficiencien los recursos económicos, pudiendo desarrollar patrones que son capaces de reutilizarse en infinidad de telas y materiales.
Su principal objetivo es llegar a las masas a través de prendas de uso casual (diario). Hace algunas décadas, las casas de diseño de Alta Costura no fabricaban sus prendas a gran escala, por lo tanto se reflejaba en un mercado muy pequeño, el mercado del lujo; la creación de colecciones Pret-à-Porter ayudó significativamente a ampliar el mercado de estas marcas y diseñadores ayudándolos a convertirse en empresas multimillonarias.
Que sea Pret-à-Porter no significa que los materiales sean de baja calidad y ni que la confección sea mala; al contrario, muchas veces casas de diseño como Yves Saint Laurent, Chanel y Dior (recientemente) manejan líneas Pret-à-Porter a la par que líneas Haute Couture, separándolas y distinguiéndolas debidamente. Por lo general sus colecciones Pret-à-Porter son presentadas durante las Fashion Week.
EVOLUCIÓN Traje masculino. 
1828-1836


Todavía en esta primera fase se aprecia que la moda afecta al traje masculino de manera bastante notable, lo que nos permite estudiarlo asociándolo al traje femenino. En el Romanticismo, la mujer constituía la única verdadera depositaria de la moda y es quizás bajo su influencia que se fueron operando las muy leves modificaciones formales en el guardarropa de su pareja. 
Corsé y otras influencias de la moda femenina     La introducción del corsé se manifiesta tanto en el vestido femenino como en el masculino. Que realmente los hombres llegaran a vestirlo es una aseveración con escasas pruebas, pero a la vista de los grabados de moda no cabe duda de que los hombres aspiraban a competir con las mujeres en cintura de avispa y que esta aspiración no se agotó cuando menos hasta 1845. Otros elementos del vestir masculino que recuerdan a la moda femenina coetánea son las hombreras afaroladas (a juego con las mangas boina femeninas), las bocamangas estrechas y prolongadas hasta los nudillos, los cuellos solapas puntiagudos (recordemos las figuras triangulares de los corpiños), los sombreros de copa troncocónica (quizás por influencia de la jirafa femenina) y los enormes sobretodos.
Sombreros     Sombrero de copa con forma troncocónica invertida, es decir, más estrecho al final del tubo que en el arranque (5).
Cabello     Preferentemente rizado y tupé elevado sobre la frente; la barba, cuando aparece, se limita a dibujar la mandíbula de forma sutil; pocos bigotes y muy finos.
Chaquetas     Como deuda del estilo imperio deben destacarse los cuellos de los fraques y levitas, altos por detrás hasta proteger la nuca, y los cuellos de las camisas igualmente elevados que, esta vez por delante, invadían la mandíbula. Los hombros son afarolados (3, 4, 5).
Chaleco     Las chaquetas se lucían abiertas para exhibir el chalecos bordados y de color, único elemento fantasioso del traje (2).
Pantalones  (1)   Estrechos o muy estrechos. Para explicar las tres hechuras esenciales de los pantalones románticos se acompañan unos patrones debidos al sastre francés Vandael. Los dibujos sintetizan las partes delantera y trasera. Apréciese cómo la línea de espalda se levanta en arco convexo, sistema opuesto al de los pantalones actuales, y sin holgura en el tiro. Este patronaje permitía que el hombre realmente se embutiera dentro de sus pantalones.
Sobretodos     Los años treinta suponen el ocaso de los grandes sobretodos, capas y capotes, que dejan paso al gabán, al abrigo en sentido moderno que en realidad es una levita algo más grande. De esta década destacamos también los carriques o abrigos con esclavinas.




1836-1862
Después de 1836 se configura un modelo durable de caballero que ya no sufrirá modificaciones importantes hasta el siglo XX. El traje masculino se vuelve tan aburrido que hacia 1850 ha desaparecido de las revistas de moda y sólo puede rastrearse gracias a los tratados de sastrería y los retratos.
Sombreros     El sombrero de copa siempre con copa regular, es decir, de igual perímetro en la boca y en el remate (1, 2, 3). Le surge un competidor: los sombreros de copa baja para verano, cercanos al canotié (3, dcha.).
Cabello     Se abandona el tupé, el pelo se peina con raya lateral y se apelmaza sobre el cogote al tiempo que se abultan las guedejas de rizos laterales a juego con el peinado de bandós femenino (1, 4). Crecen las barbas y los mostachos, ahora de rigor, y a mediados de siglo, las patillas y carrilleras.
Chaquetas     Buscando una línea natural y suavemente holgada, las chaquetas se cortan sin remarcar los hombros, se reducen las solapas –ahora de cran regular– y se diversifican: además de la levita y el frac (1) sucesivamente aparecen el traje a la inglesa (4, fig. en primer plano), una suerte de cruce entre la levita y el frac, porque el faldón arranca desde la cintura (como en una levita), pero dibuja una diagonal hacia la espalda (como en un frac); y las levitillas o levitas cortas, cuyo aspecto, aunque todavía no su corte, las hace equivaler a nuestras americanas o blazer (3). Los fraques se ven paulatinamente reservados para las ocasiones más formales. 
Pantalones     Los pantalones estrechos reciben las competencia cada vez más severa de los holgados, dichos “de pliegues”, antepasado del pantalón clásico de caballero universal en el siglo XX. A menudo se confeccionan con tejidos de cuadros y rayas (3), otro clásico del vestir masculino actual que heredamos del Romanticismo.
 Chaleco    Éste se reserva la fantasía en el vestir masculino durante algunos años, pero termina por volverse tan serio como el resto del ajuar.
Terno     Surge el terno, el traje de chaqueta, chaleco y pantalón del mismo tejido, el traje formal de caballero que ha llegado a nuestros días. Lo ilustramos en la fase siguiente.
Sobretodos     Se generaliza la moda de los gabanes o paletós, los abrigos entendidos en sentido contemporáneo (4, figura del pintor y del compañero a su izquierda).


AGUJA
   


Resultado de imagen de agujas






Una aguja es un filamento de metal, cobre u otro material duro, de tamaño relativamente pequeño, generalmente recto, afilado en un extremo y con el otro acabado en un ojo o asa para insertar un hilo. Es empleado desde tiempos prehistóricos para coser.


Historia

La aguja de coser tiene una antigüedad confirmada de como mínimo 40.000 años, pero podría tener una antigüedad de más de 60.000 puesto que una pequeña punta de hueso esculpido durante el Paleolítico medio del continente africano podría corresponder a la punta de una aguja de coser. La punta fue encontrada en 2006 en la cueva de Sibudu, en Sudáfrica, y ha sido fechada en una antigüedad de más de 61.000 años.[1] No se ha obtenido todavía la confirmación de que se trate realmente de una aguja de coser. La aguja de coser confirmada más antigua conocida hasta la fecha fue descubierta en el siglo XX por el arqueólogo esloveno Srečko Brodar (1893 – 1987) en la cueva de Potok, situada en el este de las montañas Karavanke, en Eslovenia, y tiene una antigüedad de unos 41.000 años.[2] [3] Más tarde, durante el Paleolítico superior, en Europa, las agujas de coser esculpidas en hueso se vuelven habituales en los períodos solutrense (aproximadamente de 22.000 a 17.000 años «AP», es decir, «antes del presente») y magdaleniense (aprox. de 17.000 a 12.000 años AP).
Mucho más tarde, con el descubrimiento de los metales, las agujas de coser comenzaron a hacerse primero con cobre, en Anatolia, aproximadamente unos 5.500 años a. C., y más tarde con bronce y con hierro. Se cree que hace unos mil años aproximadamente los chinos, durante la Edad Media, fueron los primeros en utilizar agujas de acero, y que los árabes se encargaron de llevar el acero a Europa. Ya en 1730 había importantes fabricantes de agujas en Núremberg (Alemania), y durante el reinado de Isabel I de Inglaterra ya había muchos fabricantes de agujas en Inglaterra. Desde la prehistoria hasta el siglo XIX las agujas con ojo (un agujero llamado «hondón»[4] ) se fabricaban todavía a mano, como en la prehistoria y como en todas las edades anteriores. Las primeras agujas de metal con ojo fabricadas en serie salieron al mercado en 1826, pero no fue hasta 1885 que la maquinaria fue arreglada para estampar bien el ojo en la aguja. Posteriormente se divulgaron las agujas para máquinas de coser, similares a una aguja normal, pero con el ojo en la parte inferior de la aguja.

Tipos de agujas


Se pueden distinguir los siguientes tipos de agujas:
  • Aguja baquetera y cordobanera. Entre curtidores, se usan dos clases de agujas, unas mayores que otras iguales en la forma pues ambas son de forma triangular y de punta afilada.
  • Aguja de agavillar. La de nervio de buey flexible cubierto de escamas de hojalata en forma imbricada. En la parte gruesa del nervio hay un agujero por donde se pasa un cordel terminado en un nudo.
  • Aguja de agrimensor. Vara pequeña de hierro de unos treinta centímetros de largo recurvada en forma de anillo por un extremo. Las hay que van lastradas con un trozo de plomo cerca de la punta.
  • Aguja de albardero. Dos son las agujas que se emplean en la fabricación de albardas y sillas de montar:
    • una para pasar el hilo o bramante a través del rellano que llevan por debajo las monturas es más ancha por la punta que por el resto teniendo hasta su tercio que es cilíndrico un filo triangular desde la punta y se llama también aguja de pasar.
    • la otra sirve para encardar y tiene unos 22 centímetros de largo, es cuadrangular y con corvadura puntiaguda.
  • Aguja de apuntar. Aguja fuerte que se emplea para fijar con hilo grueso y bramante los pliegues de las telas muy resistentes y gruesas .
  • Aguja de bordar. Además de las ordinarias, se usan en el bordado agujas especiales como:
    • la de ojo prolongado, capaz para tres hilos, llamada de pasar
    • la de seda, igual a la anterior aunque de menor tamaño
    • la de rizar o frisar
    • la de acanutillar
    • la de briscada, menor que las anteriores pero de ojo largo
    • las que se emplean para el bordado en cañamazo y al realce, de uso corriente y ojo redondo
    • la de tambor, embutida en un pequeño mango con un fino garabatillo en la punta
  • Aguja de embalar. Aguja de cabeza en forma cilíndrica terminada en punta de lanza algo curvada en su punta.
  • Aguja de enfardar. Aguja de cabeza esférica y punta cuadrangular, cortante y muy curvada, de unos 15 a 20 cm. de longitud.
  • Aguja de espadero. Entre armeros, varilla de punta roma y de unos cuarenta a cincuenta centímetros que se emplea para dar la vuelta a las vainas después de cosidas.
  • Aguja de malla o red. Aguja con una horquilla en un extremo y la punta roma cerca de la cual tiene una hendidura cuyos dos tercios se hallan ocupados por una lengüeta que sirve para pasar por ella el bramante colocado en la horquilla.
  • Aguja de pasar o pasador. La de punta roma y ojo largo que se emplea para pasar cordones y cintas por las jaretas.
  • Aguja de zapatero. La de punta triangular y roma.[5]
  • La aguja de tejer: la más fina en Europa es de 1'25 mm y la más gruesa de 15 mm de diámetro.
    • Agujas de velocidad: Miden unos 30 cm. de largo, tienen la punta redonda y sólo delante tienen el grosor correspondiente, el resto de la aguja es más fino para facilitar "correr" los puntos. Para labores grandes y pesadas se puede utilizar las agujas de velocidad con un puente flexible de plástico. Así el peso se reparte mejor y los brazos no se cansan tan pronto. Éstas agujas, suelen ser de aluminio.
    • Agujas de plástico: son ideales para tejer cinta, cordón o materiales gruesos.
    • Juegos de agujas: para tejer gorros, guantes y calcetines es necesario un juego de agujas. Este consta de 5 agujas, la labor se reparte sobre 4 de ellas y con la 5ª se va tejiendo.
    • Agujas circulares: están unidas mediante un cable de nylon. Son ideales para no hacer costuras, aquí también el peso se reparte y ventajoso trabajar con ellas. Las hay de distintas longitudes. Si son muy cortas, pueden suplir al citado juego de agujas.
    • Agujas de bambú y madera: están hechas de material natural, muchas tejedoras lo hacen con ellas. Son ligeras y sólo existen hasta ahora de grosores medianos.
    • Aguja lanera: Es la aguja que se utiliza para coser las costuras de las prendas hechas con lana. Tienen punta redonda, el agujero es bastante grande para pasar la lana.
    • Agujas auxiliares: son para dejar puntos en espera, por ejemplo para realizar los famosos "ochos". Deben de ser siempre 1/2 número más pequeño, aunque valen cualquiera. A veces se sustituyen por imperdibles.